Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza...
Vuelva usted mañana
“Gran persona debió de ser el primero que llamó pecado mortal a la pereza”. De esta ingeniosa manera comienza el texto de Mariano José de Larra “Vuelva usted mañana”, publicado en el periódico El Pobrecito Hablador en 1833. En su relato critica de manera satírica la pereza de la sociedad española y la impresión que deja en los extranjeros. Vuelva usted mañana es un símbolo de toda la obra del escritor. Larra, a través de sus textos costumbristas, quiso culturizar a una sociedad para el apática e ignorante; era muy crítico con la forma de ser del hombre español y como esa imagen se proyectaba en el exterior.
Las palabras del Pobrecito Hablador
09/05/2016
Tiene dicho por ahí Ramón Gómez de la Serna algo así como que el mito de Mariano José de Larra se construyó sobre, apenas, un puñado de excepcionales escritos y que, antes de que nadie se diese cuenta, desapareció. Algo hay de cierto, Larra, su literatura - ambos son inseparables - fueron, por parafrasear a Silvio Rodríguez, una luz cegadora, un disparo de nieve. Y es que aquel a quien llamaron Fígaro, en su apenas veintisiete años de vida, conmovió a la sociedad de la primera mitad del siglo XIX disparando sus palabras, con precisión de franco tirador, a su línea de flotación, desmontó impostura, creó una novela digna de reyes, y vivió la vida que le tocó hasta demostrar que los elegidos de los dioses mueren jóvenes.
Era, sin embargo, un gran desconocido, tal vez lo siga siendo hoy, Larra, para sobrevivir en el gran baile de disfraces que fue su vida en el país de las Batuecas se escondía bajo varias máscaras, que solo se quitaba para ponerse otra como bien se puede ver en la, no solo excelente adaptación, sino, además, recreación que ha realizado Irene Cupeiro de Vuelva usted mañana, probablemente su más celebérrimo articulo de costumbres, al que, acompañada por la Compañía de Teatro El Laurel en plena ebullición, han exprimido hasta el tuétano para que el caldo de esta función sepa a gloria.
Será en Germán García en quien recaiga ocultar a Larra bajo sus máscaras y , usando una poderosa gestualidad (esta es una comedia muy física) convertirá en el Duende Satírico y saltará y brincará por los entresijos de las realidad las máscaras; será también, a ratos , el Pobrecito Hablador, perplejo y malentendido, y será siempre Fígaro el que convierte su poderoso sentido común en un ariete de sarcasmo y compasión.
A todas las tonalidades, todos los matices , todas las dificultades de los múltiples Larras se enfrenta y solventa con aparente facilidad y descaro Germán García, que encuentra su mejor contrapunto en Jose Muriana, que hace suyos el entusiasmo y la desdicha de Sans Delai (sin tardanza) y le convierte en un personaje tan entrañable como patético como trágico en su imposible cruzada contra la desidia hispánica.
A lo largo de la función, Fígaro y Sans Delai, García y Muruena, serán acosados en su descenso a los infiernos o, lo que es lo mismo, su paseo por el País de las Batuecas por sus criaturas más espeluznante, como un genealogista haragán y altivo, perfectamente caracterizado en su ronquera y autosuficiencia por Jaime López quien, por otra parte, dota de desdén y lejanía a un no menos displicente leguleyo o un auténtico chulapo (madrileño y sevillano) a los que Isidro Aparicio concede el punto justo de parodia y gracia o estulto camarero al que Erni Merino provee de alelamiento y caradura.
Mitko Ivanov, que ha firmado una escenografía e iluminación aprovechando las condiciones de la sala se “dará una vuelta” como imperturbable sastre; sobre todos ellos derramará Andrea Mae su encanto como sirvienta ingenua y encandilada.
Nada falta, nada sobra en esta impecable comedia que hace que “una suave sonrisa de asombro y lástima” (Larra dixit) asome, inevitable, en cada espectador; como afloraría en el mismísimo Larra que sería el primero en volver mañana a ver este espléndida función que le celebra y conmemora, con todo el honor y justicia que se merece.